15 de agosto de 2013

Adiós, palabras, buen viaje.

Cuando las palabras en sí no salen, la garganta se oprime, tu voz se tuerce hasta estar rota y tus ojos se vuelven acuosos, será cuando me despida de las palabras.
Las palabras, en ocasiones, no siempre aciertan a decir todo aquello que me gustaría decir, por eso la escritura me ayuda más que nada.
¿Que qué me gustaría decir? Todo aquello que me callé, por miedo a la incomprensión o al rechazo. Pero, bien, ahora sé que siempre debería decir lo que siento. ¿Y que qué siento? No siento nada, como si un vacío inundara todo por dentro, un pozo sin fondo en el pecho, una negrura que consume cada fibra de mi ser y como si yo fuera incapaz de detenerla en hacerlo. Ansio la paz, una paz capaz de arreglar y desmenuzar ese espesor, abrupto y negro, que hay en mi ser. Hay algo dentro de mí que lleva mucho tiempo deseando salir.