La metáfora que se escapaba de sus labios,
que por él quería ser entendida.
El símil de las hojas de sus ojos,
y la mirada de brillo vestida.
El paralelismo de su sonrisa y hoyuelos,
demasiado profundos con caída.
La antítesis entre sus pies y manos,
cada uno siempre por su lado,
sin movimiento coordinado.
La aliteración de su voz ida,
y venida,
sin nada más que acumulados sonidos.
Y nadie,
nunca nadie,
hablaba de la anáfora
de sus brazos,
que repetían consentidos
esos movimientos aquellos
a cada hora.
¡Ah! Y allí estaban los sinónimos
y la enumeración
y el oximorón
y el polipoptón
y la hiperbaton
y la personificación
y, ¡una polisíndeton!
Ella era todo.
Ella es todos ellos.
Ella... Es poesía.
21 de mayo de 2014
Mientras, trataba de describirla
18 de mayo de 2014
Como hogueras
Imagínanos, como grandes amantes
que aprenden a conquistar los Urales,
en tan solo una noche,
que gritaba como una presa hache.
Casi podíamos ser como inmortales,
mientras el atardecer caía en las calles,
y despertábamos a aquellas ciudades
con nuestros gritos infernales.
Y prometíamos no volverlo a hacer,
pero, ¡panda de ilusos!
Era el amanecer volver
y caer en nosotros.
Imagínanos,
a nosotros
prendidos
como dos enfermos
que se curan con besos.
Intoxicándonos,
deshaciéndonos,
apagándonos
como hogueras
entre nuestros cuerpos.
11 de mayo de 2014
La historia de O
O siempre había creído en el amor. O, que siempre se había visto envuelta por él, tenía una fe ciega. O, a quién siempre herían y seguía creyendo bajo cualquier pronóstico.
O parecía débil por fuera, pero por dentro era indestructible (o eso creía ella). O se enamoraba y desenamoraba desde los cinco años, le gustaba el amor. A O le gustaba tanto el amor como para cada mañana envadurnarse las manos de crema por si jugaba con aquel chico tan especial y las sintiera suaves. O, a quién aquel amor especial y fortuíto le falló. Pero O continuó creyendo.
Y O se hacía mayor, crecía y crecía, y el amor seguía palpitando en su interior deseando querer. Pero el amor comenzaba a doler demasiado. Digamos que, O, se hizo demasiado mayor y se enamoró del equivocado. Digamos que se enamoró de unos ojos que no devolvían sentimientos y prometieron destrozarla. O, la chica débil por fuera, ahora era un ser caminante que sonaba a cristales rotos, o quizás era su corazón el que sonaba fracturado. O, quién creía ciegamente en el amor, ahora se sentaba a escribir al desamor y a dejar el mundo pasar.
O, creyente ciega de quien más le había fallado en el mundo: Él.
9 de mayo de 2014
Los ojos libros
El hombre que ojeaba libros deseando matar el tiempo. La chica que recordaba años atrás momentos por los colores. Y, entonces, levanté la mirada. Allí estabas, mirándome, con el color de las hojas de algunos libros que ojeábamos, con el color que solo tan tuyo podía ser.
Quizás fue cuando me di cuenta.
Quizás no.
Quizás ya lo sabía.
En aquel momento, las mariposas por tanto dormidas, se agitaron, despertaron de un largo letargo; y yo, ¡qué iba a hacer yo! Yo, que solo quería hacer desaparecer esa distancia de centímetro y volverla milímetros. Yo, que solo sabía imaginar tu mano junto a la mía (a ninguna otra). Yo, que solo pretendía dejar que el mundo fuera de nosotros y de nadie más. Porque prometo que en aquel momento lo sentí.
Sentí que el mundo era nuestro.
De ningún otro.
Sentí. Descubrí.
Y fui consciente de que a las mariposas no se las podía callar.
4 de mayo de 2014
Despedidas fortuítas
Dime, alma, o corazón,
o seas quién seas,
¿si tiro todos los recuerdos lejos, si los borro, desaparecería? Sí, ¿desaparecería el dolor en el pecho y aquello que encoge mi estómago?
Dime que desaparecerá si lanzo mis sentimientos a la basura. Dime que si borro todas las grabaciones de la película "nosotros", de mi cabeza, todo dejará de doler.
Tan solo... Desaparecer.
Ah, el verbo ansiado por que cumpla con su significado.
Desaparecer: tú, yo, aquel "nosotros" que jamás existió.
Dime, ¿si jamás existió, por qué me duele tanto? Quizás porque para mí sí existió.