27 de abril de 2014

Cicatriz de ti

Cristal.
El amor es de cristal.
Al igual que mi corazón.
Mi corazón, que acaba fatal,
acabado y derrumbado en una explosión.
Corazón.

Amor.
El amor es bonito, como el cristal
y la luz contenida en un jarrón.
Y, este, frágil, cae de manera abismal
y rompe en pedazos toda razón.
Trae dolor.
Dolor.

El roto de aquel cristal,
corta, a este corazón.
Herido corazón.
Y una cicatriz en él, o alteración.

Cristal.
Roto.
Amor.
Corazón.
Pedazos.
Dolor.
Tú.

24 de abril de 2014

Condenados al desastre


            Estamos condenados,
                         tú y yo,
            a no ser uno, perdidos,
                         yo y tú.

La conjunción entre nosotros sobra,
y ha empezado a dejar de existir,
siendo solo una pésima obra
en la que actuamos y no podemos huir.
Ni tú, ni yo, podemos huir
de estos histéricos sentimientos
que anhelan que haya un nosotros
y tú sigues empeñado en dejarte ir.

            Estamos condenados,
                         tú y yo,
            a no ser uno, perdidos,
                         yo y tú.

Y jamás serán otros
a los que mire como a ti.
Y jamás volverá a haber un nosotros,
porque te alejas de mí,
a cada instante, a cada momento.

               Estamos condenados,
                     por el tiempo.
                         Tú y yo.
               Yo.                         Tú.
                        Separados.

22 de abril de 2014

Capturas de felicidad

El frío de entumecerme por la estaticidad de que si me muevo de tu lado desaparezcas.
El fuego helado de tenerte a mi lado y aprender a descongelarlo, haciendo que mis pulsaciones se alteren.
Tus ojos, buscando y contemplando los míos, y solo es brillo.
A milímetros escandalosos de tu boca a la mía, y que desaparezcan para sentir que te quedas.

Todo aquello era felicidad.
Y, por más que traté de abrazarte, de sostener tu mano, te acabaste yendo.
Ojalá aquella ajetreada despedida no hubiese sido la última.

El frío de mi corazón entumecido tras las palabras del hielo final para golpearlo y romperlo.
El fuego helado de mi interior que se asemeja al cristal por la fragilidad de que se destruirá.
Mis ojos, buscando una mirada que se perdió con tu marcha.
A milímetros escandalosos del desastre de mi hundimiento, por tu huida, por mi convicción de que te quedarías.

Y así la felicidad fue momentánea.
Como una captura que puedes ver vez tras vez, sintiendo que aquello que estaba ya no está, porque está roto y esparcido.
Y por más que traté, ahora una parte de mí es polvo por ti.
Ojalá.
Ojalá la felicidad fuera más que una captura.

12 de abril de 2014

¿Volverás?

A cada esquina podía ver un recuerdo asomar en mi mente. A ti y a mí.
Como sombras entre la multitud que sonreían.
A cada cerrar de ojos volvía a contemplarte como siempre lo he hecho.
Sonriendo.
Pero yo ya no puedo sonreír.
Pero tú ya no estás.
Pero ya solo eres un recuerdo y no una realidad.
Y tantos "peros" se acumulan, y tú tendrías que estar para callarlos, como acostumbrabas a hacer conmigo. Con un beso, quizás.
¿A caso hay manera más bonita de callar qué con un beso?
Quizás no la haya.
Quizás sí.
Quizás tú.
Quizás, quizás, quizás, y tan solo indican probabilidad, cuando yo quiero que me digan con certeza que estás.
Estás, en presente.
Estarás, en futuro.
Estuviste, como solo ahora puedo decir.
Y, dime, a cada esquina que cruzo con "peros" y tantos "quizás", ¿harás qué en mi presente diga "volverás"?

9 de abril de 2014

Un viejo extraño conocido

Más allá de mí te encontraba, más allá de mi propia forma corpórea (más bien en la etérea), más allá de la piel superficial de la parte izquierda de mi pecho.

Más allá de todo, descubrí mis sentimientos por ti, allí donde creía que jamás se podía sentir; pues no es lo mismo hablar de escandalosas mariposas y tímidos cosquilleos en el estómago, que sentirlos.

Amor, amor, amor, amor, que repiquetea y palpita (o es la causa de dicho palpito) allá dentro de mí. Palpita, por cada vena, enseñándome a volver a encontrar terminaciones nerviosas desconocidas hasta que llegaste. Repiquetea, en mi cabeza, como un viejo extraño conocido del que todos hablan y nadie conoce.

Amor, amor, amor, que consume y hace arder el fuego allá en mi interior. Arde a cada recuerdo mi aliento, apagando mi voz y produciendo cenizas atadas a mi garganta, hasta ser disueltas por caer al ras de mis mejillas. Consume, cada fibra, cada rincón, cada célula en mí para crear nuevos vacíos que no deberían existir.

Más allá de mí, te encontré a ti; para yo dejar de ser y aprender a no poder ser sin un antes que tú.

7 de abril de 2014

Sonrisa desdentada

Si sonreías, algo en mí brillaba.
Como una luz en plena oscuridad.
que a apagarse comenzaba.
Porque no sonreías, no, al menos, de verdad.

Y, quizás,
aquella sonrisa tan tuya,
con unos dientes, cuyas
únicas piezas
empezaban a no existir,
porque no valían nada.

Una sonrisa desdentada,
desdentada de solo ser apariencia
y carecer de (sí, eso) cada
sentimiento, en una coexistencia
con aquellas tristezas.

Una sonrisa desdentada,
la tuya,
porque solo ocultaba
la tristeza sin libertad
que a tu alma poseía.

                                             Una sonrisa                  desdentada.



Tu sonrisa desdentada,
que de sentimientos se desvestía
para mostrar una acostumbrada soledad.

1 de abril de 2014

Recuerdos extraviados de un momento

El agridulce sabor de felices recuerdos que llenaban cada recoveco de mi pecho, hasta llegar a mi boca, que sabía escandalosamente a ti, cómo si aun no te hubieras marchado.

Árboles. Frío. Dulce. Pinchazos.
Así, te recordaba, mi mente, mi corazón y mi anhelado deseo de que volvieras. Así, así te recordaba hasta la despedida.

Recuerdos agalopados por llegar, agalopados por conseguir saber cuál sería el primero en hacer que temblara, de pies a cabeza, como tú solías hacer. Recuerdos de temblores por revivir momentos a tu lado sola, temblores por volver a pensar en la forma de estremecerse que tenía mi estómago a cada una de tus sacudidas. Recuerdos del tímido roce de mi mano sobre tu piel, sobre tu pelo, sobre tu cuello, sobre ti. Recuerdos escandalosos de tu piel de gallina y tus escalofríos vislumbrados por mi roce con tu cuello. Recuerdos, recuerdos y más recuerdos.

Cada vez que recuerdo un momento a tu lado, la nostalgia invade todo aquello de mí que no pertenecía a nadie más que a ti, todo aquello que no sabía que podía llegar a sentir.
Cada vez que recuerdo un momento a tu lado, una parte de mí desearía saber volver a vivirlo, aunque solo fuera por recordar esa fugaz y olvidada sensación de felicidad.

Cada vez que te recuerdo, una parte de mí muere, en cada sacudida de nostalgia de ti.