10 de septiembre de 2015

En tu ausencia

La marcha dolió en la medida
en la que tú te alejaste
y en la rotura invisible
que sufrió el lazo que a ti me ataba.
Comencé a sangrar por dentro,
viendo estallar todo pedazo de ti,
sintiendo la pérdida 
en cada fragmento que surgió de mí.
Traté de taponar la herida
buscando la cura en licores
que sabían a ausencia
y en ojos que parecían ser tuyos.
Sangraba aún.
Probé a borrar todo recuerdo,
cualquier sensación que me atrapara
de nuevo en tu imagen,
cualquier día señalado que en verdad
nunca fue nuestro.
Entendí que algo tan grande como tú
no sería capaz de borrarlo.
Así que sangré,
sangré,
sangré,
sangré
y sangré.
Descubrí que nuestra herida
solo dejaría de doler el día
en el que el tiempo pasara
y tan solo quedara el pasado que constituimos.