12 de febrero de 2014

El incidente del accidente.

Fue a partir de aquel incidente, de aquel accidente, de aquella colisión, cuando todo cambió. Acción y causa, golpe y repercusión.

Un golpe.
En dos corazones.
El amor abría sus fauces,
estando los dos bajo su arrope.

"¿Quisieras acompañarme?", susurraste, esperando que fuera a tu lado, como esos amantes secretos de corazones inseparables.
"Te acompañaré", afirmé.
"Ya no te escapas de mí", sentenciaste, o sentenciaron a mis sentimientos, que ya no tendrían posible escapatoria dentro de las garras del amor.

Aquello, fue provocado por la acción del amor, repercutiendo en tu vida, golpeando la mía, y causando a dos que se creían inseparables.
Hacíamos nuestro lo imposible, una canción, un banco, dos estatuas, un momento y un abrazo. Hacíamos todo aquello que se espera de dos futuros uno.

Una huída.
Un beso.
Y ninguna posible vuelta atrás.

Pero, tu huída era inminente. Era el incidente al que conllevaba aquel accidente, a que escaparas.
Escapar, esta vez, llevaría a nada. Porque aquello de lo que querías escapar, lo llevabas instalado dentro de ti. Eso fue el verdadero incidente, el rasguño que provocó en tu corazón el accidente, o tal vez el amor.

Tú, huías de nosotros.
Yo, huía de la verdad.

Y, tras ello, solo tres números repercutían en mi cabeza:
"Once, veintiuno, veinticinco."
Unas fechas, quizás.
O una matrícula, tal vez. De un coche, que provoca el accidente del amor en tu vida.

Un conductor.
Un viandante.
Y una sola respuesta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario