16 de septiembre de 2014

Caída.

Caíamos.
Simplemente quisimos
jugar en el borde de los abismos
que había entre nosotros.
Caí.
Caí por ti
dentro de mí.
Y volví
a caer
y no había mano
para sostener(me).
¿Caiste?
No, no, no, no.
Tú me lanzaste
al más profundo vacío.
No, ni siquieras sostenías mi mano
mientras mirabas como caía.
Fuiste tú quien me dejó caer.
Me empujaste
con tus palabras.
Tú me empujaste
a caer y no volver.




Nos gustaba jugar en el filo del abismo
y sonreír ante el vacío
que se extendía entre ambos.
Nos gustaba fingir el amarnos,
que éramos el uno para el otro
y que jamás íbamos a olvidarnos.
Pero en algún momento soltaste mi mano
para encontrarme en abandono ante el peligro
inminente de caer durante kilómetros.
En realidad los abimos
los formamos nosotros, ¿no?
Así que caímos
o caí
(ya ni recuerdo),
pero sé que aquel fue nuestro fin.
Yo me lancé ante el peligro
de caer y no regresar
mientras tú desde arriba mirabas.
Al final me dejaste caer
y solo se oyó un golpe seco:
mi corazón estallando en mil pedazos.

2 comentarios:

  1. Maravillosa. No solo tengo la piel de gallina, también se me ha encogido el corazón.
    Tú eres maravillosa.
    Y siento mucho que hayas caído tanto.

    ResponderEliminar
  2. Encogido el corazón se me quedó a mí al leer por primera vez este comentario (y lo sigue haciendo). Muchísimas gracias, anónimo, significa mucho para mí que a alguien le llegue tanto lo que escribo.
    (Y siento la tardanza en responder. Y siento que ambos hayamos caído tanto como para entenderlo.)

    ResponderEliminar